lunes, 21 de marzo de 2011

Emilio Carrere: La torre de los siete jorobados

'La torre de los siete jorobados'  de Emilio Carrere (1881 – 1947) es una de las novelas más divertidas que he leído en los últimos meses. Mezcla el misterio de la novela negra, con los tintes góticos propios de Gaston Leroux (autor de El fantasma de la Ópera, entre otras), el costumbrismo madrileño y el humor absurdo, propio del ya citado Jardiel Poncela. Es una pequeña joya, sencillo y realmente bien escrito para ser parte de lo que en su momento se denominó novela “pulp” tan propia de folletos, periódicos y magacines. Siendo así que sus publicaciones eran asiduas en publicaciones como: La novela corta, La novela de hoy, El cuento semanal (del cual además fue director por el breve plazo de seis meses, hasta que cerró).

Carrere, estaba considerado como un vividor y poeta bohemio, del Madrid de principios del s.XX  (prueba de su pertenencia es que renegaba de ello)…y sus costumbres sacaban un poco de quicio a su editor, que tenía que correr constantemente detrás de él para que cumpliese los encargos, cosa que hacía la mayor parte de la veces tarde, mal y nunca. Fue considerado en su momento un escritor muy popular, pero fuera de los círculos cultos, aquello que en cine llamaríamos un director de “serie B”, al que en muchas ocasiones lo que le impulsaba a escribir era precisamente el empeño de Juan Palomeque (editor de la citada: La novela corta). De aquí precisamente surge la intrahistoria de esta novela, algo que hasta muchos años después quedó relegado a la sombra.

Carrere, aficionado a despistar a su editor, entregaba con asiduidad, fragmentos de obras que ya le habían publicado anteriormente, pero desordenando los capítulos, cambiando un nombre aquí y otro acullá, en definitiva, tratando de confundir y hacer pasar por nueva, una vieja publicación…este es el caso de La torre de los siete jorobados, que no sino una refundición de su novela corta Un crimen inverosímil.

Palomeque en cambio era consciente de que todo lo que tocaba Carrere se convertía en best-seller y su nombre era sinónimo de popularidad y así es como entrambos, urdieron un gran plan editorial, que surgió de la negativa de Carrere, a terminar la novela.

He aquí donde surge el nombre de un joven prometedor, que haría las veces de “negro”, el por aquel entonces desconocido, Jesús de Aragón, que con el tiempo llegó a ser apodado el “Julio Verne español” con obras cuyos títulos ya dan fe de ello, verbigracia: Cuarenta mil kilómetros a bordo del aeroplano "Fantasma", Viaje al fondo del océano, Una extraña aventura de amor en la luna, La sombra blanca de Casarás, etcétera, etcétera.

Es así, al alimón, como surge una novela que es todo oficio, prueba vocacional, de la pericia de ambos escritores; aunque como ha desentrañado Jesús Palacios en el prólogo de las recientes ediciones, este hecho ha sido pasado por alto y la novela se atribuye exclusivamente a Emilio Carrere, prueba de ello es que la edición que tengo yo, es actual (Editorial Valdemar) y a pesar del estudio de Jesús Palacios, acerca de la autoría de unos y otros capítulos (detallando cuales pertenecen a Carrere, cuales a Jesús de Aragón y cuales de ellos forman parte además de la anterior obra “Un crimen inverosímil), en portada y para conocimiento popular la novela sigue atribuida a Emilio Carrere, cuando, al menos la mitad de esta está escrita por el, entonces, novel escritor, deudor de Verne.

Es así como surge esta intrigante y descacharrante aventura castiza, ambientada en el Madrid de principios de siglo, en la que el protagonista, un galán supersticioso enamorado de la jovenzuela de turno, se ve inmerso en una trama en la que se le aparece  un fantasma que solicita su ayuda, un entramado de conspiraciones y venganzas, mensajes inscritos en las paredes en una misteriosa lengua, misteriosos jorobados y toda una secreta ciudad subterránea, bajo el suelo madrileño.



Insólita es la escena en que los protagonistas, degustan una tortilla y una bota de vino, usando una lápida como mesa, mientras reponen fuerzas para una persecución a vida o muerte. Perfecto ejemplo del absurdo folclórico, mezclado con el gótico misterioso.

Nota: Conocida fue también la adaptación al cine de mano de Edgar Neville, a día de hoy está un poco desfasada, a mí, tras leer la novela me decepcionó bastante, pero si alguien está interesado, en la red se puede encontrar, no se si demasiado fácilmente.

He aquí, para acabar de convencer de las bondades de esta novela, la explicativa contraportada de la edición de Valdemar, que viene a resumir y explicar bien lo que acabo de comentar:

“Emilio Carrere, mujeriego, actor aficionado, frecuentador de cafés nocturnos y casas de mala nota, además de experto en ocultismos varios y necrófilo, formó parte -por propia elección- de la excéntrica bohemia madrileña de principios de siglo. Las fuentes literarias de las que bebían tanto él como otros compañeros de viaje se encontraban allende los Pirineos y más aún del otro lado del océano. Unas aguas de oleaje profuso, elevado y espumoso, que se hallaban contaminadas por el modernismo rubendariano, el decadentismo finisecular y la poética simbolista de Verlaine, Mallarmé y Rimbaud. La torre de los siete jorobados, que el propio Carrere había enfocado como folletín de aventuras en el que lo policíaco, lo pseudo científico y lo sobrenatural se unieran para imitar, con un toque peculiar de humor castizo, a los Leroux, Motta, Le Rouge o La Hire, se alimenta -de forma excéntrica al realismo literario español- de luchas en el medio astral entre voluntades opuestas, de bandas de falsificadores jorobados, de aparecidos y de sabios un poco locos, y hasta de... ¡una ciudad perdida bajo los suelos de Madrid! El lector de esta novela revivirá con ella aquellos días -hoy casi perdidos- de una cierta inocencia literaria y de un más perdido aún sentido de la maravilla”.

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