jueves, 31 de marzo de 2011

Ismail Kadaré: El palacio de los sueños

En muchas ocasiones, autores de gran calidad nos pasan totalmente desapercibidos hasta que ocurre algo que hace de caja de resonancia, trayendo su nombre hasta nosotros; una de dos: les dan un premio prestigioso o se mueren. Cuando sucede, salen en todos los medios y al día siguiente en las librerías sus obras están apiladas en un rincón con un cartel que habla de todas sus bondades.

Así me ocurrió con Ismail Kadaré (Gjirokastra, Albania,1936). Afortunadamente no ha muerto, sino que le dieron en 2009 el premio Príncipe de Asturias de las letras; y días después de anunciarse esto me encontré en la librería Cervantes de Oviedo, una mesita con muchos libros esparcidos de títulos sugerentes y atractivos, y por intuición, compré uno, el que más me llamó la atención en aquel momento y apunté otros tantos para leer en el futuro. El libro en cuestión es El palacio de los sueños.

Ismail KadaréAquí entrevista
Ismail Kadaré es seguramente el escritor albanés más conocido. Lo cual no es decir mucho, a decir verdad para la mayoría es no decir nada, empezando por mí, que no conozco ningún otro escritor albanés, de hecho no conocía nada de Albania, que yo sepa, más que su aproximada situación en el mapa, en el agitado mapa de la historia de los Balcanes.


Y así me sumergí en El palacio de los sueños, una novela opresiva, una distopía a la manera de 1984, Fahrenheit 451 o Un Mundo Feliz, por citar a las más conocidas. Transcurre en un mundo gris, en Tirana (la capital de Albania), entremezclando la realidad de la opresión del dictador Enver Hoxha, que mantuvo al país prácticamente aislado del mundo (desligándose incluso de sus primerizos “aliados” Yugoslavia, la Unión Soviética o China) desde 1954 hasta su muerte en 1985, y con la incertidumbre de un estado comunista ferozmente burocrático.

Al Tabir Saray o palacio de los sueños llegan todos los sueños de los súbditos del Imperio: viajeros y correos se encargan de viajar y recorrer los sitios más lejanos del territorio para que absolutamente ninguno se quede por estudiar y afloren en ellos cualquier síntoma de disensión y ruptura. Los sueños son catalogados por peligrosidad y los enigmas que plantean son estudiados por los investigadores del Palacio. El protagonista de la historia, Mark-Alem, que pertenece a la poderosa familia de los Qyprilli de Albania, dentro de un ficticio imperio otomano que albergaría 40 países, entra a formar parte, tras un largo periodo para conseguir el ingreso, de los trabajadores del Palacio, y lentamente va ascendiendo en la jerarquía. En el predomina siempre un clima de tensión, de incertidumbre, de miedo a las altas esferas, una sensación de verse espiado, de no poder confiar en nada…de no poder, ni “soñar libremente”, el símbolo de la dominación total sobre los súbditos del Imperio.

Estatua de Skaderbeg, héroe nacional de Albania
La novela es evidentemente una distopía ficticia, pero uno, que desconoce los detalles pero sabe a grandes rasgos de las características del estalinismo (y sus derivados y homónimos), intuye que aquello que siente el protagonista y personajes de la novela, no debe de ser muy distinto a lo que sentía Kadaré y sus paisanos, atrapados entre la historia de los Balcanes y el Telón de Acero.


Le tengo un cariño especial a este libro, es el primero que leí de Kadaré, y sin ser mi libro favorito ni mi escritor favorito, es el único de todos los que tengo, firmado y dedicado por su autor, ya que pude verlo cuando vino a recoger el premio, en la charla-coloquio que ofreció el día antes, en la Facultad de Filología de Oviedo.

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