viernes, 18 de marzo de 2011

Cyrano de Bergerac: El otro mundo o los Estados e Imperios de la Luna

“-Pueblo: yo os declaro que esta Luna de aquí no es Luna, sino mundo, y que el mundo de allá no es mundo, sino Luna. Esto es lo que los sacerdotes estiman conveniente que creáis”.

Cyrano de Bergerac (1619 – 1655) fue una persona muy singular. Tal vez su mayor fama, viene de la novela de Edmond Rostand, titulada con su nombre, y de las películas derivadas de esta. Poeta, dramaturgo, filósofo y un espadachín aficionado a batirse en duelo constantemente por orgullo (por las burlas a su nariz de caricatura). La Francia del s.XVII, tras la muerte del cardenal Richelieu y Luís XIII, estaba sumergida en una lucha permanente por el poder entre la nobleza. Una época de panfletos e ideas libertinas (según el término: libres de la esclavitud del dogma) no aceptadas.

Cyrano de Bergerac
"Un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni español, es Ciudadano del Mundo, y su patria está en todas partes".

En este marco escribió Viaje a la Luna (terminada en 1650) como se conoce generalmente al libro que reseño, y que en su momento no pudo ser publicada. Fue su fiel amigo Lebrel quien eludiendo sabiamente la censura de ese tiempo, consiguió sacarlo a la luz. Viaje a la luna, o como lo conozco yo en la edición que tengo El otro mundo o los Estados e Imperios de la Luna, es más un ensayo científico-filosófico teñido de fantasía que una novela, y convierte a Cyrano probablemente en uno de los primeros escritores de ciencia ficción.

Cyrano viaja a la Luna, donde consideran que aquel es en realidad el mundo, que la Tierra es en realidad para ellos su Luna. Confunden a Cyrano con un avestruz por andar erguido sobre dos patas. Se sientan a comer desnudos, aunque en realidad la forma en que se alimentan es mediante los olores. Su lengua es armoniosa y para hablar se sirven muchas veces de instrumentos. A la hora de pagar, como moneda usan versos:

 "Tras este desayuno nos aprestamos a partir y, con mil muecas de las que usan cuando desean expresar su afecto, recibió el mesonero un papel de mi demonio. Preguntele si era un pagaré por el importe de la cuenta. Me replicó que no, que ya no le debía nada y que eran versos.

- ¿Como versos?-repliqué-. ¿Son, pues, los posaderos entendidos en rimas?
- Es-respondiome- la moneda del país, y el gasto que acabamos de hacer aquí resulta ascender a una sextilla, que acabo de darle. No temía yo verme en apuros, pues aunque estuviéramos de francachela aquí ocho días, no gastaríamos ni un soneto, y llevo cuatro encima, amén de nueve epigramas, dos odas y una égloga."


En las guerras lunares hay árbitros que comprueban la igualdad previa a la batalla. Los ejércitos deben tener el mismo número de soldados y sólo se permite la lucha entre iguales: lisiados contra lisiados, fuertes contra fuertes, hábiles espadachines frente a reconocidos esgrimidores... Al final, se cuentan los heridos, muertos y prisioneros y, en caso de empate, la victoria de la contienda se resuelve a cara o cruz. Pero aún queda el enfrentamiento intelectual de los sabios, que vale el triple que el militar.

 - ¿Cómo la guerra? –interrumpí yo presto-. ¿Hay disputas entre los príncipes de este mundo como entre los del nuestro? Explicadme, os ruego, de qué manera combaten.
-Cuando los árbitros-prosiguió ella-, elegidos a gusto de las dos partes, han fijado el tiempo convenido para armarse y para la marcha, el número de combatientes, el día y lugar de la batalla, y todo ello con tanta equidad que no haya en un ejército ni n solo hombre más que en el otro, los soldados tullidos de una parte son alistados todos en una compañía y, al llegar a las manos, los mariscales de campo ponen cuidado en enfrentarlos a los tullidos del otro lado, y los gigantes tienen en frente a los colosos, los esgrimidores a los diestros, los valientes a los audaces, los débiles a los flojos, los indispuestos a los enfermos, los robustos a los fuertes y, si alguno consiguiera herir a algún otro que su enemigo estipulado, a menos que pueda justificar que fue por error, se le acusa de cobarde. Una vez librada la batalla se cuentan los heridos, los muertos y los prisioneros, pues no se ven desertores. Si las pérdidas hállanse ser iguales por ambas partes, se echan pajas a ver quién será proclamado vencedor.

Y además, en vez de pasearse orgullosos mostrando su espada colgada del cinturón, lo que hacen es lucir orgullosos su pene, que allí es símbolo de nobleza y caballerosidad (de hecho se extrañan de que en la Tierra sean tan pudorosos).
 En definitiva, esta obra, es un relato disparatado. Con diálogos y situaciones de gran ingenio. Con ideas difíciles de reivindicar en ese tiempo, como el heliocentrismo del que hacía gala Copérnico y que hizo que el propio Galileo se tuviera que retractar en 1633. Arremete contra la filosofía imperante aristotélica, y defiende las posturas de Epicuro según las cuales, sólo existen los átomos y el vacío, que son infinitos y eternos, es decir que la materia no ha sido creado y por tanto no tiene sentido la idea de un creador. Ataca así también la moral cristiana y antinaturalista, que defiende por encima de todo una sociedad patriarcal y virginal, a favor de las leyes de la naturaleza.


Todo un personaje Cyrano…lo recomiendo fervientemente...ahora tengo que descubrir la otra parte de esta obra Los Estados e Imperios del Sol.

2 comentarios:

  1. Tiene buena pinta el libro, y me ha hecho gracia que la ilustración de la portada de esa edición de "Los estados e imperios de la luna", que le viene que ni pintada, sea una de Grandville que Queen usaron para la portada de su último disco con Mercury vivo, Innuendo. Curiosas las ilustraciones de Grandville y curioso libro ese de Cyrano

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  2. Sí, tengo el Innuendo y me gusta mucho la portada y otros dibujos del mismo estilo, la tuba-león, los espectadores que son orejas, etc.

    Un gran disco además y creo que de una estética-filosofía muy Queen y muy Cyrano.

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